La calle Nola tiene un estilo similar a la ciudad jardín, pero lleno de huertas que a vista aérea parecen todo patios interiores arbolados, solo que sin casas entre ellas, una limita con la siguiente, separadas por cuadrículas de muros. Desemboca -porque siendo onírica, no se sabe como se entra- en la acera derecha de la calle Doctor Cerrada a través de un pórtico peatonal, que la disimula y hace que los paseantes casuales no la identifiquen como calle. En el pórtico un cartel anuncia los días de riego.
En cierto modo el abigarramiento de las huertas recuerda a los oasis de datileros de Al Ain, pero más organizado por la cuadrícula del parcelamiento. E indicaría también la presencia cercana de una fuente de agua, un riachuelo o acequia.
La ausencia de calles intermedias o callejones es similar a la de otras arquitecturas soñadas, donde muchas veces el cruce de una calle a otra exige subir al tejado de un edificio y atajar por alguna pasarela que lleva al siguiente. Esto no era raro en la calle Heroísmo de mi juventud, donde la chavalería conocía esos atajos para descender a casa de algún familiar.
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